lunes, 21 de noviembre de 2011

LA CARRETERA


Una novela que trata sobre la supervivencia de lo que queda de humanidad en un mundo apocalíptico. El autor no nos revela que es lo que ha ocurrido: una catástrofe nuclear, el cambio climático... Nos da alguna pista "Los relojes se pararon a la 1.17. Un largo tijeretazo de claridad y luego una serie de pequeñas sacudidas... Un fulgor rosado..." Lo que si nos dice es que la tierra esta cubierta de ceniza, que hay tormentas de fuego, y que no hay vida. No hay nada que comer salvo comida enlatada, muy difícil de encontrar, manzanas podridas en algún granero perdido; y en muchas ocasiones hombres, mujeres y niños son torturados y devorados.

El autor nos relata el recorrido que realizan un padre y su hijo, por una carretera que va hacia al sur. En esta ruta el contacto con la muerte es una constante. Tienen que esconderse para no ser devorados y tienen que arriesgarse y entrar en las casas derruidas para encontrar comida y poder continuar con el largo trayecto de una carretera que parece nunca tener fin.

En la novela hay una constante referencia a que existen dos tipos de hombres: los que todavía tienen en el interior la esencia de la civilización, y los que han sacado sus instintos más básicos y los han llenado de violencia extrema para demostrar que los temas tabú: el canibalismo, la esclavitud y la pedofília son cuestiones palpables en un mundo destruido.

El relato es lineal, pero a través del padre podemos ir al pasado reciente, y ver escenas que nos dan pistas de lo que ha ocurrido. El diálogo entre hijo y padre a veces se reduce a monosílabos, pero no pierde en ningún momento la ternura que se desprende de la lucha constante de un padre por salvaguardar a su hijo, una lucha que le lleva hasta su propia muerte.

En el transcurso de la lectura de la novela hay tres cuestiones que me han impactado notablemente. En primer lugar, el discurso de la madre antes de suicidarse: "Tarde o temprano nos cazarán y nos matarán. A mí me violarán. A él también. Nos van a violar y después de matarnos nos devorarán pero tú no quieres reconocerlo". La madre también representa lo bueno de la humanidad pero a diferencia del padre, que prefiere mantener la esperanza de que puede haber un futuro mejor; ella prefiere suicidarse "Por lo que a mí respecta mi única esperanza es la nada eterna y la deseo con toda mi alma".

En segundo lugar, el primer contacto con la esclavitud: "Un ejército con zapatillas deportivas, pisando fuerte [...] detrás de ellos carros tirados por esclavos con arneses y repletos de mercancía de guerra y más atrás las mujeres, como una docena, algunas de ellas embarazadas, y por último un conjunto adicional de catamitas mal vestidos para el frío y provistos de dogales y enyuntados entre sí..." Esta descripción es la que resume perfectamente la situación de barbarie, una vuelta a los orígenes más perversos de la humanidad. Tanto esclavos, como mujeres y catamitas podían ser en cualquier momento violados y devorados. Lo más atroz, es que violaban a las mujeres pero si se quedaban embarazadas las utilizaban como ganado, es decir, se comían a los recién nacidos o incluso provocaban su nacimiento para poder hacerlo. La novela no entra a analizar el psique de los que están en esa situación, pero es que no puedo evitar pensar en el horror que debe ser para una madre ver como se comen a su hijo o como violan a su hijo adolescente.

En tercer lugar, el primer contacto directo con un almacén de carne humana: "...Entraron en un cuarto contiguo, tal vez una despensa. En el suelo de ese cuarto había una puerta o trampilla y estaba cerrada con un candado grande [...] Luego levantó la trampilla y la abrió del todo dejándola caer al suelo [...] Miró los escalones de madera hasta que bajaban. Agachó la cabeza y luego encendió el mechero y paseó la llama por la oscuridad como una ofrenda. Frío y humedad. Un hedor infame. [...] Un colchón viejo con manchas oscuras. [...] Acurrucados junto a la pared del fondo había hombres y mujeres desnudos, todos tratando de ocultarse, protegiéndose el rostro con las manos. En el colchón yacía un hombre al que le faltaban las dos piernas hasta la cadera, los muñones quemados y ennegrecidos. El olor era insoportable." Una vez más el autor nos presenta la exageración realista de un futuro en el que la diferencia entre unos hombres y otros, es que unos pueden ser consumidores y otros se reducen a solo ser un bien consumible. Cuando el alimento se convierte en un recurso escaso la inventiva del ser humano nos sorprende terriblemente.

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